Los conflictos familiares pueden estallar fácilmente en momentos críticos en los que hay una pérdida de orientación y sentido vital. En el desarrollo de la personalidad del/la adolescente es necesario que se haga una buena separación de los padres, lo que implica que no tendrán acceso a ciertos ámbitos de su vida. Por bien que se hayan hecho las cosas hasta el momento, no garantiza que no vaya a haber problemas. En su relación con el mundo, los padres pueden ejercer muy poco control y es el/la adolescente quien tomará sus propias decisiones.
Su malestar o bienestar se verá influenciado por múltiples factores, como el instituto, las amistades, etc. Si la relación con las figuras de autoridad es mala y hay una dinámica desafiante, la figura del psicólogo puede servir como un adulto de referencia cercano diferente a sus padres, que dé orientación y que haga de mediador con ellos.
En la terapia se trata de escuchar lo que el/la adolescente transmite a través de su comportamiento, se atiende al origen de sus problemas y se busca formas alternativas de expresar su enfado. Ante todo se intenta encontrar vías de reconciliación con la familia y las personas cercanas para reparar las relaciones dañadas.
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