Entre el 8% y el 15% de la población sufre de depresión en algún momento de su vida y sin llegar a la depresión todas las personas pasan por períodos de crisis personal, de apatía o desmotivación que se alargan en el tiempo. Puede estar relacionado con otros trastornos como por ejemplo el trastorno bipolar, también puede estar relacionado con un evento traumático como la muerte de un ser querido con un proceso de duelo que no termina de superarse o con un cúmulo de inseguridades y desilusiones arrastradas por mucho tiempo.
En cualquiera de estos casos suele decaer los intereses que había previamente o las ganas de relacionarse y de hacer planes de vida. Es frecuente encontrarse con la pregunta «¿y si no salgo de este estado?». El miedo a que las cosas no cambien o no entender cuál es la forma en la que se puede cambiar lo complica todavía más.
Lo cierto es que no conocer la manera de cambiar no implica que no exista. La mente tiene sus propios tiempos para la recuperación anímica y los impone aunque uno no quiera. El tiempo que se necesita para la recuperación puede ser largo dependiendo de la situación. Antes de que aparezcan las ganas de conocer gente nueva hay que poder cerrar las heridas de otras relaciones y antes de ilusionarse de nuevo con planes diferentes puede que la mente esté pidiendo reposo y tranquilidad.
La terapia sirve de apoyo emocional y sirve para pensar qué ha ocurrido, qué está evitando la recuperación y cómo poder reconstruirse. Con ayuda profesional puede ser más fácil replantear ciertas ideas que parecen inamovibles y que limitan el estilo de vida o la percepción de uno mismo. Aunque sea un proceso duro, cuando se sale de estos períodos se puede salir más fuerte y con una perspectiva renovada.
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